Mi recorrido personal y profesional ha estado siempre atravesado por el arte. Estudié cine, televisión y teatro, y también me formé en canto y piano. Este bagaje artístico me permitió conocer desde dentro las luces y sombras de los procesos creativos, así como las dificultades emocionales y profesionales que atraviesan quienes se dedican al arte.

Cuando empecé a acompañar a actores, músicos y otros creadores, entendí que, aunque muchas de sus dificultades pueden abordarse desde la psicología clínica convencional —área en la que también trabajo—, hacía falta una aproximación distinta: una en la que la intervención incluyera tanto los aspectos psicológicos como los técnicos del propio ámbito artístico. No se trataba solo de aliviar la ansiedad, la autoexigencia o los bloqueos, sino de trabajar directamente en los contextos donde esas conductas aparecen: un rodaje, una audición, un ensayo o incluso la gestión de la carrera artística.

Por eso, mi intervención integra el análisis funcional de la conducta con un conocimiento profundo de la práctica artística y del management creativo. Esto significa que puedo acompañar a la persona no solo desde la clínica, sino también desde lo técnico: desbloquear un pasaje interpretativo, gestionar la voz en un casting, o trabajar la relación entre emoción y cuerpo en escena.

De la misma forma, el arte en sí mismo se convierte en una herramienta dentro de la psicoterapia. El uso de técnicas de psicodrama —siempre dentro de un marco de psicología científica— permite recrear contextos relevantes, explorar roles y generar experiencias correctivas en vivo. Además, el arte y la filosofía ofrecen metáforas poderosas que, bien trabajadas, se convierten en recursos funcionales para el cambio conductual.


Decidí abrir este espacio porque observé cómo en los últimos años proliferaban figuras que se presentan como “terapeutas artísticos” sin formación científica, generando perjuicios importantes en sus clientes. Era un nicho monopolizado por prácticas alejadas de la psicología basada en evidencia. Mi propósito es demostrar que la psicología científica puede y debe abordar también el arte, con rigor técnico, sensibilidad estética y una comprensión profunda de los procesos creativos.


En definitiva, trabajo con artistas desde un enfoque que une la ciencia de la conducta y la práctica artística. Porque no se trata de elegir entre arte o psicología: se trata de que el arte sea parte de la psicología, y de que la psicología tenga algo real que aportar al arte.

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